La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de publicar su reporte de la encuesta Pulse basado en una segunda ronda de preguntas sobre la continuidad de servicios esenciales de salud en los primeros tres meses de 2021, de la cual participaron 135 países del mundo. El reporte anterior (Pulse survey on continuity of essential health services during the COVID-19 pandemic) había indagado la situación de estos mismos servicios entre mayo y julio de 2020, y había obtenido la respuesta de 105 países.
Básicamente, la preocupación de ambos estudios consiste en qué ha pasado durante este tiempo con la atención de otras especialidades no destinadas a las personas con COVID-19 (o con secuelas derivadas del mismo) y cuáles son los efectos de que otros servicios pudieran haber dejado de funcionar.
La pregunta no nos es ajena en tanto la atención de salud mental no fue considerada prioritaria en ningún lugar del mundo, pese a que se ha señalado repetidas veces el significativo impacto emocional que ha tenido en la población mundial en general y en quienes ya tenían algún tipo de padecimiento mental previo.
Más del 90% de los países informaron en este segundo informe haber sufrido interrupciones en la provisión de otros servicios esenciales de salud.
En particular, más de un 40% de los países reportó que sus servicios de atención primaria, rehabilitación, cuidados paliativos y tratamientos de larga duración habían sido afectados en cuanto a la disponibilidad y el acceso a los mismos, siendo que dichos servicios se dirigen a una población particularmente vulnerable.
El tamizaje para la detección de cáncer, por ejemplo, fue reportado por casi el 20% de los países como habiendo sido interrumpidos el 50% o más en sus servicios, aunque el 50% dijo haber tenido algún porcentaje de interrupción de los servicios.
Los servicios de salud mental fueron mencionados por el 45% de los países como habiendo sufrido interrupciones en su provisión.
Los programas de salud mental de las escuelas fueron interrumpidos en el 66% de los países y un 40% de los países señaló que el 50% o más de los servicios provistos se habían interrumpido.
Los servicios para adultos mayores fueron afectados según el 48% de los países y en un 10% de los países su interrupción fue superior al 50%.
La región de las Américas fue la más afectada en cuanto a los servicios de salud mental. Si, globalmente, el 45% de los países había informado tal afectación, en las Américas esta cifra llegó al 60%.
Los motivos señalados para estos problemas fueron: la insuficiencia de personal, el miedo o desconfianza respecto de los servicios de salud, la menor concurrencia de los pacientes, problemas económicos, limitaciones para circular y restricciones para movilizarse, falta de elementos de protección personal, etc.
Muchos países intentaron mitigar estos efectos por medio de diferentes estrategias: una adecuada comunicación comunitaria, la identificación de pacientes con necesidades prioritarias, la contratación de personal adicional, la redirección de los pacientes a otros lugares de cuidado o cuidado domiciliario, el aumento de la teleconsulta, intervenciones de autocuidado, formas nuevas de prescripción de medicamentos, delegación de funciones en otro personal menos calificado pero capacitado en funciones específicas, etc.
La teleconsulta mostró una amplia variación de acuerdo con los ingresos per cápita de los países. Un 96% de los países de altos ingresos se valieron de la teleconsulta. En cambio, recurrieron a esta estrategia un porcentaje cercano al 33% de los países de medianos ingresos, y algo menos de un 30% de los países de bajos ingresos.
Desafortunadamente, las bondades de la teleconsulta contribuyen a la desigualdad.
Una buena noticia es que algunos de estos indicadores mejoraron respecto del estudio realizado en 2020.
Los servicios de salud mental pasaron de tener algún nivel de interrupción en el 59% de los países al 45%. Principalmente, la mejoría se dio en un descenso de los países que habían referido que más del 50% de sus servicios se habían visto interrumpidos.
En tanto, en el primer estudio 20% de los países dijeron que 50% o más de los servicios de salud mental se habían visto interrumpido, en tanto fue el 10% de los países los que afirmaron este nivel de interrupción.
En la misma línea de la preocupación señalada por la OMS, Proyecto Suma ha participado de un estudio en cinco regiones de la Argentina, con 76 informantes claves, para conocer cómo se vieron afectados los diferentes servicios de salud mental (en la atención primaria, en los consultorios externos, en las salas de internación, en los servicios de rehabilitación, y en los servicios de urgencias).
Sus resultados fueron recientemente publicados (Impacto de la pandemia por COVID-19 en los servicios de salud mental en Argentina) por la Revista Argentina de Salud Pública en un número especial sobre COVID-19.
En este estudio se señala la agudización de las consultas debido a un intento de evitar los servicios de salud hasta que las situaciones se vuelven más inmanejables que lo habitual, limitaciones generales para efectivizar las internaciones por causas de salud mental, una creciente evitación para internar en hospitales generales y un ligero incremento de la internación en hospitales especializados, una menor disponibilidad de servicios de salud mental a los que recurrir y una afectación generalizada de los abordajes grupales.
En base a la información provista por la OMS, en coincidencia con el estudio en el que participamos, es importante tener presente que las personas no solo pueden verse afectadas por el coronavirus y que la pérdida de otros servicios esenciales de salud puede tener consecuencias igualmente gravosas sobre las personas.
El abandono de dichos servicios puede haber sido una decisión forzada para la mayoría de los países del mundo, pero el regreso al mejor funcionamiento posible de los mismos sigue siendo prioritario de implementar con la información que se encuentra disponible.
El balance entre la asignación de recursos para la atención de personas con coronavirus y para la atención de otras problemáticas de salud no parece simple y mucho menos cuando la comunidad va siguiendo día a día el número de personas contagiadas y muertas, pero desconoce las otras cifras.
Argentina no está ajena a este problema bien descripto por la OMS para 135 países de todo el mundo. Sin desconocer la gran transmisibilidad y letalidad del coronavirus, los profesionales de la salud mental también debemos enfatizar la importancia de resguardar en la medida de lo posible el adecuado funcionamiento de nuestros servicios.
Autor: Lic. Martín Agrest, coordinardor del Área Investigación de Proyecto Suma