La pandemia por Covid-19 no da tregua en buena parte del mundo y sus consecuencias psicológicas han sido tanto extensamente comentadas como investigadas.
Los debates en muchos países no han estado exentos de posiciones encontradas en torno a la búsqueda diferentes réditos políticos de unos grupos por sobre otros. Las muertes directamente asociadas al coronavirus, el impacto emocional de la pandemia y/o de las medidas de aislamiento o de distanciamiento físico e, inclusive, las tasas de suicidio han pasado a ser campos de batalla simbólicos que unos quieren maximizar o minimizar según la conveniencia del caso.
Recientemente, una serie de notas y de estudios sobre el suicidio en tiempos de pandemia reavivaron la polémica que en un mundo ideal no debiera existir.
Este no es un tema sobre el que hacer comentarios sin rigor para que alguien pague un mayor costo político. Las afirmaciones sin fundamento de un supuesto aumento en la tasa de suicidios no solo son falsas, sino que podrían ser una sutil manera de alentar una profecía que se autocumpla.
En abril de este año, un grupo de investigadores liderados por Jane Pirkis (de la Universidad de Melbourne, Australia), muy destacada entre otras cuestiones por sus desarrollos sobre la evaluación de los procesos de recuperación en el campo de la salud mental, publicaron una notable investigación sobre qué había pasado con las tasas de suicidio en 21 países del mundo antes y después del inicio de la pandemia.
Su conclusión fue clara: en los países estudiados (que incluyen a Australia, Austria, Canadá, Estados Unidos, Chile, Ecuador, México, Perú, Brasil, Rusia, España, etc.) la variación de la tasa fue nula o con tendencia al descenso.
A propósito de este estudio, The Lancet Psychiatry publicó un editorial en donde se realizan algunas afirmaciones que sintetizan el consenso alcanzado en el tema:
1. Se rechaza el uso de las estadísticas de suicidio con fines políticos, sin desconocer que quienes gobiernan están encargados de velar por la mitigación de los factores económicos y sociales que pudieran incrementar los riesgos de suicidio;
2. Se desalientan las narrativas simplificadas que reducen las complejidades del padecimiento mental a la contabilización de muertes, al tiempo que se valora la importancia de las experiencias singulares siempre y cuando no persigan objetivos sensacionalistas;
3. Se enfatiza que estamos en un momento histórico en el cual aún predomina la incertidumbre, con lo cual es imprescindible contar con sistemas de monitoreo efectivos en base a los que orientar recursos y tomar decisiones. En este sentido, el desafío es lograr que se formulen e implementen políticas para prevenir el suicidio así sea que en estos tiempos tan complejos su tasa pueda haber descendido.
Proyecto Suma está comprometido con la salud mental y el bienestar de las personas, promueve acciones y campañas en favor de la recuperación, y adhiere al no uso político de temas tan sensibles como el riesgo de suicidio.
Autor: Lic. Martín Agrest, coordinardor del Área Investigación de Proyecto Suma