Desde Proyecto Suma realizamos una rápida conversión a la atención virtual, desde 18 de marzo pasado, para sostener los tratamiento en el nuevo contexto sanitario que se presentaba. Consultorios Externos, como equipo de trabajo transdispositivo (atendemos pacientes de Hospital de Día, Recuperación En Comunidad y ambulatorios), acompañó con gran esfuerzo dicha inicitiva.
En el caso de la atención individual ambulatoria, contábamos con algunos precedentes de telemedicina. Por ejemplo, pacientes viviendo en el extranjero que quisieran recibir tratamiento psicoterapéutico de un coterráneo en su lengua materna. La pandemia de COVID-19 nos llevó a generalizar una práctica que hasta entonces se consideraba excepcional.
Rápidamente, hubo que capacitarse y amoldarse al medio virtual, superando resistencias y temores preconcebidos. Previo a este momento, surgió el interrogante si equivalía al tratamiento en persona. La incertidumbre por esta pregunta fue desplazada por la convicción de que sería la forma posible de sostener los tratamientos en la coyuntura que se presentaba.
Desde marzo, con el inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), a la actualidad se realizaron 9604 consultas. De ellas, 3143 por psiquiatría y 6461 por psicoterapia (entre atención individual y tres grupos terapéuticos también reconvertidos a un funcionamiento por video llamada). Esto corresponde a la asistencia de alrededor de 174 pacientes por psiquiatría y 184 pacientes por psicoterapia.
La nueva modalidad planteaba algunos desafíos desde el inicio y otros que fuimos encontrando a medida que la explorábamos. Desde aquellas personas que no utilizaban video llamadas, no poseían internet o celular hasta la dificultad de conseguir espacios de privacidad para mantener en las entrevistas cuando en casa se encuentra el resto de la familia. Acomodar las consultas a los horarios en que los convivientes salen a trabajar, hacerlas dando la vuelta manzana con el tapaboca y manteniendo distancia social, fueron algunas de las estrategias a crear. El armado de un espacio de privacidad virtual recae de ambos lados. A su vez, los profesionales debían acomodar su dinámica cotidiana al consultorio en casa. Otro desafío fue adaptar las entrevistas para pacientes con discapacidades sensoriales en quienes los medios digitales (pobres en contexto y claves paraverbales) significaron un reto adicional.
Variables que influyeron, a su vez, fueron los vínculos terapéuticos heterogéneos entre pacientes y tratantes: aquellos bien establecidos de largo tiempo de tratamiento, otros que iniciaron pocas semanas o días antes del ASPO. ¿Cómo se construye la alianza terapéutica a la distancia, sin la presencia en el consultorio? ¿La persistencia de la institución (en la virtualidad) es la misma en aquellos que concurren solo a sus espacios individuales o en quienes se encuentran insertos en dispositivos grupales?
Con el paso de los meses y las habilitaciones correspondientes pudieron retomarse la entrevistas individuales presenciales. Aún no generalizadas y masivas, siguiendo la recomendación de disminuir la circulación de la población dentro de lo posible, fueron bien recibidas por pacientes y profesionales. El ya solo volver a la institución conocida, verse cara a cara (aún barbijo y pantalla de por medio) surte efectos. Primero ante situaciones puntuales que revestían alguna urgencia subjetiva luego intentando rearmar rutinas, rítmicas dentro del tratamiento. Intercalando entrevistas con terapeuta, psiquiatra, referente para asegurar un contacto regular en aquellas situaciones que así lo requerían. Por supuesto que este armado es artesanal y, caso por caso, teniendo en cuenta limitaciones en el transporte, cuidado en los grupos de riesgo para COVID y tomando las medidas de protección necesarias (triage, uso de EPP, mantenimiento de distancia interpersonal).
Así la alternancia entre entrevistas presenciales y virtuales se transformó en una potencia a organizar según la necesidad de cada usuario y equipo profesional. Siguiendo los protocolos y directivas “generalizados” es necesario pensar las posibilidades en cada tratamiento en particular.
Aunque pensar el futuro en estos momentos es por lo demás incierto, no podemos dejar de preguntar si estas prácticas han llegado para quedarse. Tal vez no como un reemplazo (como en los primeros momentos del ASPO) pero si como una posible potencia adyuvante a los tratamientos presenciales. ¿Aquello que se abrió como un canal sustituto de comunicación puede volverse una alternativa que enriquezca, en algunos casos, el trabajo clínico?
Autora: Dra. María Victoria Vanni, coordinadora de Consultorios Externos